Todos los grandes escritores tienen sus manías a la hora de escribir.
Isabel Allende, por ejemplo, dice que siempre que empieza una novela nueva sigue el mismo rito: enciende una vela amarilla en el escritorio y aspira con intensidad el humo.
La leyenda cuenta que cada vez que Antonio Gala da por acabado un libro envía a uno de sus veinticino secretarios a que le compre un nuevo bastón.
Luego están los que beben para inspirarse, desde Elvira Lindo y sus vinos tintos a Maruja Torres y sus chichitonics.
Y es que nunca puedo sentarme a escribir en un sitio que no sea MI SILLA.
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